Como cuando de niñ@ jugabas al pillapilla con tus amiguitos y se iba acercando la hora de comer. Ya casi podías oler la comida y, cuando llegabas a casa hambrient@, tu papá o tu mamá ya habían puesto la mesa; te sentabas impaciente, el olor inundaba toda la casa. Recuerdas esas llamadas de tus padres “¡Niñ@s a la mesa!”, y tú te reías con tus hermanos por que ya hacía rato que mojabais migas de pan en el aceite mientras esperabais.
Y por fin la comida se plantaba delante tuyo, recién hecha, recién sacada del horno o del fuego, directa de la cocina. Te llegaba desde la cocina ese aroma tan típico de los macarrones a la boloñesa que hacía tu madre o de esos huevos fritos con bacon que hacía tu padre los domingos por la mañana.